sábado, 11 de febrero de 2012

Solo unas horas

Ella es el día. Ojos de océano, profundos, enormes, tez blanca, hilos finos de oro que caen sobre su sien. Me pierdo en sus palabras. Hipnotizado, me despierta su lengua que asoma para acariciar los labios. Mis labios.

Ella es la noche. Oscura, silenciosa, se interna en sus propias ideas y cae en la obsesión de no saber que es lo que quiere. Es dulce y agria al mismo tiempo, se hace querer de a poco, se hace olvidar también.

Horas que transcurren en el vaivén del baile de las agujas de mi reloj y desatan la dicotomia de saber que es lo que deseo.

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